"El Rescate" por Syrah y Fabiola de la Fuente

"El Rescate" por Syrah y Fabiola de la Fuente

Su edad verdadera sigue siendo un misterio. Y no es que se quite los años. Ni siquiera creo que le importe. Vive literal, al día.

Estoy segura que le dan igual los números que marcan el pasar de los días, mismos que a la mayoría de nosotros nos pesan como si nos cayeran directo a la espalda. Ella no se cuestiona, como yo lo hago a veces, sobre ser demasiado mayor para hacer ciertas cosas o para usar cierta ropa. Es más, odia la ropa, prefiere andar au naturelle.

Cuando la adopté, un 4 de noviembre de 2013 me aseguraron que era una jovenzuela de dos años, pero semanas después apareció su cartilla de vacunación del Gobierno del Distrito Federal -que ya ni existe-  la cual nos reveló, que era un poco más mayor… 

La gente aún ahora, cuando la conocen, me aplauden su rescate, aunque la verdad, aún después de casi siete años, sigo reflexionando quién salvó a quién.

2013 fue un año difícil, de esos en los que todo parece salir mal, pero con ganas. Sin entrar en detalles –porque esta historia no se trata de su servidora-, un día supe que necesitaba algo más allá de mí que me hiciera pararme de la cama, porque la tristeza y la confusión que me habitaban, me envolvían aún más que las cobijas de las que no quería desenvolverme.

Decidí ir a un centro de adopción cercano y así comencé a pasear perros para distraerme. Sabía que era buen momento para que uno de ellos se fuera conmigo, pues no tenía trabajo fijo y sí bastante tiempo para dedicarle, pero una parte de mí, no se sentía capaz de hacerse cargo de un compañero peludo; apenas podía conmigo. Y así pasaron los meses y los perros, que iban llegando y saliendo según les encontraban casa.

Ella me vio primero, desde su jaulita del segundo piso, y comenzó a ladrar como desquiciada. No me quedó de otra más que voltear a verla y fue amor a primera vista. Creo que más mío que de ella, pues el primer día que la subí al coche para llevarla a su nuevo hogar, se aventó por la ventana. En mi defensa, era el primer perro del que yo me hacía cargo en la vida.

Al parecer ella fue rescatada de un antirrábico donde en la misma jaulita vivían más de 15 perros que según me explican, no siempre cuentan con comida ni condiciones adecuadas.

Como ella está bonita y es mediana, la pudieron sacar de ahí por sus probabilidades de ser adoptada. Otros de sus compañeros de celda, no tuvieron tanta suerte.

Le puse Syrah porque mi sueño era dejar la vida godín, para dedicarme de lleno a hacer vino y retirarme, aún joven, a vivir entre mar y viñedos, cosechando uvas y disfrutando una copa de tinto al atardecer –aunque fuera martes. 

En cuanto llegó a mi pequeño departamento se apropió de él.  Si no estaba echada en el sol junto a la ventana, se encontraba escarbando el bote de basura de la cocina, refrescándose la panza en el piso de mármol de los baños, o estirada en medio de mi cama sin ninguna intención de quitarse cuando yo me disponía a dormir. Las primeras semanas me gruñía en cuanto intentaba moverla, hasta que un buen día, quedó claro quién mandaba.

Gracias a Syrah hago largos paseos que además de hacerle bien a mi cuerpo le hacen bien a mi mente; mientras caminamos, ella se libera oliéndolo todo y yo me libero escuchando música, acomodando las ideas y decantando lo que ya no sirve, haciendo mi vida un poco más ligera cada mañana.

Ella es parte muy importante de mi vida, pero para ella, yo soy toda su vida.

Por eso la apapacho todo el tiempo, le hablo bonito y hasta le compongo canciones. Y extrañamente, con cada apapacho, con cada palabra bonita y con cada canción yo siento que me vuelvo un poquito mejor, que ese amor que le doy, a la vez me llena toda.

Es un bodoque de sensibilidad con pelo y nariz mojada. No hace mucho más que dormir, comer -como si no hubiera mañana-, correr por el parque, hacer pipí en las esquinas y oler colas de otros perros. Pero está conmigo, y se emociona locamente cada vez que llego o digo su nombre. Es la compañera más incondicional, y solo con verla, me lleno de una ternura de la que no me sabía capaz.

Desde que llegó a mí, prometí que agradecería su existencia ayudando a otros perros de la calle. Hasta la fecha, han sido 9 peludos a los que les hemos encontrado hogares llenos de amor y alegría.

Supongo que en esta historia todos los involucrados tuvimos suerte, pero tal vez yo un poco más, porque de verdad, no sé quién rescató a quién.

#adoptaunperro

" Syrah y yo ya vivimos en Ensenada, en una casita junto al mar, y caminamos diario entre barricas y viñedos."

 

Fabiola de la Fuente

Fabiola escribe y hace vino al cual le canta y le habla bonito. Recientemente optó por vivir más despacio y se mudó junto con su amada Syrah a Ensenada, donde caminan entre mar y viñedos

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Comentarios

CANUTO

Que bonita historia de uds. dos !
Creo firmemente que Syrah te estaba
esperando .

CANUTO

Que belleza esta historia Fabiola. Me encanta! Y quiero agradecerte por ayudarme a rescatar a Curry que quizá no hubiera corrido con suerte si no hubiese sido por ti. Ella y yo nos hacemos felices. Apapachos! Y mucho éxito.

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